TORCA DE LOS MORTEROS
Carlos Puch
(Grupo Edelweiss – Club Bathynellidae)
La Torca de los Morteros es la entrada principal de una red subterránea de más de 9 kilómetros de desarrollo, excavada en el interior de la montaña de Imunía, la cual domina desde el Sur el imponente valle de Soba. Se desarrolla totalmente en materiales del Cretácico inferior, dentro del témino de Espinosa de los Monteros, Burgos. Su exploración y topografía han sido obra del antiguo grupo STD (actual Bathynellidae) y el G.E. Edelweiss.
Se trata, en síntesis, de una gran cavidad estructurada en niveles horizontales escalonados, constituidos por conductos inactivos, generalmente amplios. Sobre ellos se ha excavado una red activa más moderna, que desciende a través de grandes pozos, separados a veces por meandros, hasta alcanzar un nivel
impermeable inferior, coincidente con una alternancia de capas de caliza margosa, areniscas y margas. En ese nivel (entre –350 y –400 metros de profundidad) las aguas son canalizadas a través de estrechísimos meandros o laminadores, impracticables al cabo de unas decenas de metros. La orientación grosera de la parte explorada de estos conductos activos parece sugerir un drenaje en dirección NNE, hacia la cuenca cantábrica, en sentido contrario al de la vergencia local externa, que es tributaria del río Trueba, afluente del Ebro (cuenca mediterránea). Sin embargo esta afirmación jamás ha podido ser constatada mediante una coloración.
SITUACIÓN
Las dos entradas a la red (Torca de los Morteros, o IM.3, y Cueva de Imunía, o IM.4) se abren a una altitud de 1280 metros, en la falda oriental del Alto de Imunía (1514 msnm). La torca lo hace en pleno escalón rocoso (la «Haza de los Morteros»; el topónimo se explica a la perfección debido a la presencia de tres bocas muy próximas, abiertas en pleno lapiaz). La cueva se encuentra en el fondo de una dolina, en el rincón de los prados de Imunía, a pocos metros de la anterior. Las coordenadas UTM respectivas son:
IM.3 E 451690 N4777530 Z 1285 m
IM.4 E 451580 N4777420 Z 1280 m
El acceso hasta ellas, desde la carretera del Portillo de la Sía, resulta fácil, tomando, a la altura del kilómetro 11,5, un sendero que arranca en una curva y sigue el trazado de un viejo telesquí abandonado.
HISTORIA DE LAS EXPLORACIONES
Descubierta en junio de 1979 por Pedro Bernardo, Carlos Medina y Carlos Puch (antiguo grupo STD, de Madrid), la cavidad fue rápidamente explorada, fundamentalmente a base de ataques de fin de semana. A finales de agosto de ese año, y luego de una modesta campaña estival en la cual participaron miebros del Grupo Espeleológico Edelweiss, lo esencial de la red era prácticamente conocido. En 1981 la segunda entrada (IM.4) era unida al complejo, a la altura del Tercer Piso. En 1989, una escalada en el acceso al Cuarto Piso permitía explorar una nueva red de más de 1 kilómetro de conductos. El desarrollo total topografiado, luego de algunos pequeños sectores añadidos en años posteriores, alcanza 9.507 metros, para un desnivel máximo de 453 metros (–415 / +38 m).
CONTEXTO ESTRUCTURAL
La cavidad se desarrolla en el seno de una formación de calizas masivas (Bedouliense y Clansayasiense, en facies Urgoniana), acuñada en medio de una potente formación terrígena (Wealdiense), la cual constituye lo esencial del paisaje en este rincón del karst de Soba y Trueba. En la base y el techo de las calizas masivas se encuentran series de calizas margosas y areniscosas, margas, calcoesquistos y areniscas, estratificadas en bancos delgados, que alternan con otros de calizas poco potentes. Estas series suelen dar lugar a niveles impermeables colgados, que, en el caso de la Torca de los Morteros, marcan el piso hidrogeológico utilizado por las aguas para circular en dirección probable al valle de Soba. Dos conjuntos ortogonales de fracturas (E–W / N–S y ENE–WSW / NNE–SSW) han dirigido la excavación de las galerías y los pozos.
La cavidad recibe un aporte hídrico permanente, que proviene de los arroyos que discurren por el empinado flanco oriental del Alto de Imunía y el vallejo —excavado a favor de una falla— que desciende desde el pico de La Muela hacia la depresión de El Hoyo. Estos cursos de agua se pierden rápidamente bajo tierra, luego de discurrir sobre las landas y cuestas areniscosas de la montaña, aprovechando, para ello, las discontinuidades de la roca. Rosarios de pequeñas dolinas y sumideros se reparten por la superficie inclinada situada por encima del trazado de las galerías hipogeas. Un vez bajo tierra, las aguas profundizan rápidamente, en razón de la verticalidad y el tamaño de los conductos utilizados (P 233 m, P 120 m, P 137 m…). Esos grandes pozos están instalados justamente sobre fracturas. La única excepción a esta norma general es la Cueva de Imunía, cuyo torrente presenta una circulación subhorizontal de cierto recorrido, por encima de un delgado banco margo-areniscoso de la serie que corona las calizas urgonianas, antes de precipitarse en un rosario de pozos excavados sobre una falla, y perderse al pie del último de ellos.
Cuando las aguas alcanzan el nivel impermeable profundo, la pendiente de los conductos se suaviza y las dimensiones se reducen considerablemente, hasta el punto de impedir el avance de los espeleólogos. De acuerdo con los datos disponibles, no es posible hacer conjeturas acerca de la virtual existencia de un colector subterráneo que reúna todos los caudales que circulan en la zona inferior de la red. Lo que parece acertado pensar es que las aguas se encaminan hacia el norte, en dirección a los ríos Argumal y Argumedo. Ello se explicaría razonablemente si se tiene en cuenta el poderoso efecto de succión provocado por el enorme desnivel hasta el fondo del valle cántabro de Soba, puesto de manifiesto en el gigantesco escarpe que domina el paisaje una vez rebasado el Portillo de La Sía. Estamos, posiblemente, ante un fenómeno de captura, nada infrecuente en entornos kársticos cercanos.
DESCRIPCIÓN
Torca de los Morteros y Primer Piso
Tres pozos contiguos, abiertos en el borde de un escalón cubierto de lapiaz, limitado por una falla, desembocan, a –25 m, en el techo de una espaciosa sala aplastada, cuyo suelo está cubierto de bloques y cascajo. Durante los inviernos rigurosos, un nevero instalado en su fondo puede llegar a obstruir por completo el paso. Hacia el oeste, la galería se hace progresivamente más amplia, y un gran derrumbe ocupa su fondo. A la derecha, un par de aberturas señalan el acceso a la Galerías Altas, de un centenar de metros cada una. Al pie del derrumbe arranca un meandro amplio accidentado por tres saltos de 4, 8 y 10 metros, que desemboca por el techo en la galería inferior del Segundo Piso.
Siguiendo hacia el oeste por el conducto principal, ahora de grandes proporciones, se remonta una tolva de derrubios hasta alcanzar un agujero soplador vehemente. Enseguida, un imponente hundimiento del piso estalagmítico interrumpe la galería al frente: estamos en la cabecera del pozo de 120 metros, que trepana la roca subyacente y canaliza las aguas de un afluente cenital en dirección a las profundidades.
Al otro lado, luego de franquear una cornisa ayudados de un pasamanos, se accede a una vasta sala caótica oscura, de techo rigurosamente plano. El silencio del ambiente contrasta con el rumor sordo que emana de una abertura, situada a la izquierda. Es la ventana de acceso al formidable pozo de 233 metros (Pozo Amable). En la extremidad opuesta, la sala se cierra, aunque un tragaluz entre los bloques permite descender hasta un escarpe de 9 metros, al pie del cual se accede a la continuación de la gran galería del Primer Piso. Una serie de grietas, en la pared de la derecha, comunica con el piso inferior. Finalmente, al cabo de casi 800 metros de recorrido, un derrumbe importante cierra por completo el pasaje.
Segundo Piso
Como el anterior, éste se desarrolla siguiendo un eje principal Este–Oeste, a poca distancia de él y, en la mayor parte de su recorrido, prácticamente bajo su mismo trayecto. La galería principal arranca al pie de una pequeña chimenea obstruida. Un centenar de metros más adelante se llega al pie de la vertical de 10 metros que servía de comunicación con la parte inicial del Primer Piso. A la altura del suelo se suceden varios laminadores provocados por fenómenos de reexcavación, los cuales sirven de cortocircuito al recorrido principal. Una ventana amplia, a la derecha, domina una encrucijada (–73 m) desde la cual parten las galerías de acceso a los otros dos pisos inferiores. Poco después se alcanza el borde del P 120 m, el cual taladra literalmente la galería, obligando a realizar una travesía mediante spits, por la izquierda, para poder continuar avanzando. La galería prosigue bastante rectilínea, hasta que un derrumbe casi la bloquea. Al otro lado, el pasaje se vuelve más caótico y adopta la forma de una enorme cubeta, en cuya pared izquierda arranca un pasaje con sección en forma de «T» invertida, de 310 metros de longitud, que discurre paralelo a la galería principal y en sentido opuesto. Cerca del final del Segundo Piso, el conducto intercepta un vasto pozo lateral de 83 metros, sin continuación. El desarrollo de esta galería se aproxima a los 900 metros, estando su término a 37 m de profundidad respecto a la entrada.
Tercer Piso
En la encrucijada antes mencionada (–73 m) arranca un conducto recurvado que desciende suavemente hasta desembocar en lo alto de un escalón de 23 metros de altura. En su base arranca un túnel de suelo arenoso, interrumpido por un pozo, en forma de marmita, de 6 metros. Una corta galería y un laminador permiten alcanzar la base de una pared muy descompuesta, de 10 metros de altura, seguida de una rampa ascendente, de 25 metros. En su parte alta, a la izquierda, se insinúa la diminuta ventana de comunicación con los pozos activos de la Cueva de Imunía. Al frente se encuentra la Galería Abominable, verdadero «tercer piso» de la cavidad, que comunica con una red de gateras seguida de un rosario de pozos (2, 9, 5, 71 y 18 m), que desemboca en un meandro semiactivo impenetrable. En lo alto de la rampa de 25 metros, en sentido opuesto al de la Galería Abominable, una delicada travesía permite alcanzar un enrejado laberíntico de conductos, situados bajo el trazado de las galerías de la Cueva de Imunía.
Cuarto Piso
Desde la encrucijada (–73 m), la continuación más evidente se dirige al norte, hasta tropezar bruscamente con un vasto cañón de 30 metros de profundidad. Un pequeño afluente ha excavado en parte su fondo arenoso, antes de lanzarse a un pozo de 24 metros. Por encima de esta vertical, una enorme ventana, suspendida a 13 metros de altura, marca la continuación. Su escalada permite, en efecto, alcanzar un nuevo salto de 16 metros, situado exactamente por encima del P 24 m. Mediante un péndulo se pone pie en una espacioso túnel, rápidamente cortado por un escarpe de 19 metros. En su base (–134 m) la galería prosigue, conservando las dimensiones y el aspecto general, hasta que un nuevo escalón de 8 metros la interrumpe. Un poco más adelante se llega a una nueva encrucijada.
A la derecha arranca un túnel descendente, seguido de una gatera que desciende hasta una salita húmeda perforada por un pozo activo de 8 metros. Rápidamente se alcanza el borde de otro pozo, abierto en la intersección de dos amplios cañones. Se trata del Pozo Corroído (28 m), también accesible, a través de un cortocircuito (Coitus Interruptus), desde la base de la vertical de 16 metros situada al otro lado de la ventana de la escalada de 13 metros. A –193 m se alcanza un nudo con varias posibilidades: tras una repisa, el propio pozo sigue descendiendo hasta un nivel activo impenetrable (–212 m). Desde la repisa, el cañón de la izquierda concluye, al cabo de 90 metros, sobre un pozo muy estrecho de 34 metros. Justo encima de él, una corta escalada conduce a un hermoso túnel de suelo arenoso, que va a parar al techo de la gran galería arenosa inferior del Cuarto Piso (véase más adelante).
El cañón de la derecha es más largo y sinuoso y desemboca en una sala muy húmeda, en la cual da comienzo una red activa (pozos de 6, 14, 10, 14, 5 y 5 metros), que va estrechándose hasta hacerse por completo impenetrable (–272 m). Poco antes de la sala, una ventana al nivel del suelo comunica con una sorprendente red de pozos semiactivos, los Pozos del Contubernio (78, 12, 14, 6, 9, 2, 4, 59 y 20 m), cuyo fondo completamente cerrado se encuentra a –395 m.
Volviendo a la encrucijada anterior, la galería principal prosigue al frente, a través de un tobogán y un escarpe de 14 metros. En la base de este último arranca propiamente el Cuarto Piso, en forma de cañón de gran altura, ocupado por un característico depósito de arena. Tras un escarpe de 5 metros y una rampa de 15 (–220 m), el conducto recupera la sección circular que tenía más arriba. Un curioso tobogán en forma de espiral (El Caracol) desemboca al pie de una empinada duna de arena. Arriba, penetramos en la galería más espaciosa y llamativa de esta parte de la cavidad: la Galería de Alberto, bautizada en recuerdo del amigo Alberto del Rivero, del G.E.E., fallecido en accidente de tráfico en 1980. Se trata de un vasto túnel ascendente, de sección circular, ocupado por un gran arenal. En su parte final aparecen formaciones estalagmíticas y la galería se desdobla en un par de niveles superpuestos. El inferior está recorrido por un afluente estacional que proviene, con seguridad, de la Canal de malmada, al norte, muy próxima a ese punto (cota –128 m).
La Cueva de Imunía
Se abre en la base de una profunda dolina situada en la extremidad occidental de los prados de Imunía. Las aguas de un manantial próximo y las de una torrentera que proviene del NW se
Precipitan en cascada hacia su interior, dando lugar al primer arroyo de la cueva, que desciende entre bloques y cascajo por el interior de la gran sala de entrada. Por la derecha aparece un segundo torrente, más caudaloso, que es posible remontar a través de un dédalo de pasajes que forman bayonetas, por espacio de 170 metros, hasta alcanzar la Sala de la Cascada. Una escalada artificial de 28 metros nos condujo hasta el punto más elevado de la red (+38 m), situado prácticamente bajo la vertical de un sumidero que recoge una de las escorrentías provenientes del Alto de Imunía.
El torrente principal y el que se adentra por la boca de la cueva se unen al fondo de la gran sala y, luego de atravesar un paso bajo, se precipitan en cascada a través de un rosario de pozos (11, 3, 4, 5, 3, 16 y 21 metros), abiertos a expensas de una fractura. A medio recorrido de esta «escalera» natural se abre la diminuta ventana de comunicación con la Galería Abominable del Tercer Piso de la Torca de los Morteros (–81 m).
El Pozo Amable y sus redes profundas
Este pozo soberbio, de 233 metros de vertical absoluta, comunica con la galería del Primer Piso (–13 m), poco después de haber franqueado la cornisa del pozo de 120 metros. Debido a la intensa fracturación, existen, al menos, una par de comunicaciones más con el Segundo Piso, a través del Pozo Sonoro y de una red colateral próxima a él y al P 120 m. Salvo en situaciones de extrema y prolongada sequía, el pozo está siempre ocupado por dos cascadas paralelas que provienen de su cabecera, situada 25 metros más arriba, la cual se encuentra bajo la vertical de otro gran sumidero contiguo al mencionado al hablar de la Cueva de Imunía. El ruido ensordecedor y las vaharadas de niebla que ascienden por él producen una atmósfera absolutamente sobrecogedora.
En su base (–253 m) existen dos continuaciones: la más directa, recorrida por el torrente, lleva, a través de una sucesión de verticales activas (5, 14, 6, 2, 26, 11 metros) hasta un espacioso cañón, que concluye al cabo de unos pocos metros, a –332 m. A través de una ventana ojival, suspendida por encima de la vía activa, se accede a otro cañón inactivo descendente, con suelo de cascajo, recortado por un par de escarpes. Un gran derrumbe lo interrumpe, coincidiendo con una zona muy fracturada. A través de un orificio, a ras del suelo, se alcanza la cabecera de un pozo de 19 metros, seguido de otro de 20. En su base, un pasaje entre los bloques (R 2 + R 2 m) comunica con un pozo de 27 metros. A continuación se alcanza un cañón, rápidamente convertido en meandro. Después de varias estrechuras se llega a una salita excavada en la serie margo-areniscosa basal. Un nuevo escarpe de 5 metros, entre caliza beige y arenisca margosa negra, permite alcanzar, por fin, un pequeño río, que discurre por un laminador. Por desgracia, la progresión se interrumpe al cabo de unos pocos metros en un severo estrechamiento del pasaje, a –374 m.
La red de –400 metros
Arranca en el P 120 m y fue la primera red profunda explorada, en junio de 1979. Este pozo y los que siguen también son activos y pueden registrar importantes caudales y violentas crecidas, en función de la meteorología local. En la base del P 120 m se abre inmediatamente una nueva vertical, de 31 metros. Un corto y estrecho meandro separa ésta de una nueva caída, de 137 metros, en la cual es difícil evitar la cascada, que rebota contra una sucesión de pequeñas repisas. Para zafarnos de ella hubimos de realizar un gran péndulo de 8 metros, que nos condujo hasta una plataforma de bloques, situada a una veintena de metros del fondo. A esta plataforma viene a parar, precisamente, la red paralela del Pozo Sonoro, accesible desde el Segundo Piso a través de una abertura en la pared izquierda.
Al fondo del P 137 m viene una nueva sucesión de verticales (6, 26, 14 metros), separadas por cortos meandros. Al final de la última (–364 m) se llega a un siniestro pasaje: el Meandro de la Obstinación, cuya exploración requirió de un intenso esfuerzo de mentalización, ya que, en buena parte de su recorrido, está desfondado y sus paredes se hallan recubiertas por un espeso tapiz de barro, siendo la progresión enormemente dificultosa e incómoda. A base de trepar, destrepar y reptar sobre el agua se alcanza una sección algo más humana, en la que se suceden varios saltos y un par de verticales (3 y 12 metros). En la base de la última, y al cabo de más de 250 metros de perrerías, se llega al punto más profundo de la red (–415 m), donde el arroyo desaparece a través de una gatera ignominiosa.
RECAPITULACIÓN
La Torca de los Morteros representó, a finales de la década de 1970, la demostración evidente del potencial espeleológico de los Montes de Valnera, apenas conocidos por aquel entonces. Representó, también, la prueba de que la colaboración entre grupos afines en objetivos y forma de trabajar es positiva y rinde frutos valiosos. Hasta el momento, «la torca» sigue siendo la cavidad más profunda de aquella zona y una de las más importantes de la región.