Entre las demandas de los visitantes a los yacimientos de la Sierra de Atapuerca figuraba la inquietud por poder visitar alguna de las cavidades en cuyo interior se localizan los diferentes yacimientos que han permitido su reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad. Pero uno de los requisitos fundamentales para el mantenimiento de dicho distintivo es, precisamente, el equilibrio entre la conservación y el conocimiento por parte del público, de tal manera que no todo vale en la habilitación turística de una cavidad o yacimiento.
Lo que los visitantes contemplan en la Trinchera son antiguas galerías de este importante karst, seccionadas por las obras del ferrocarril minero y las canteras. Los principales yacimientos: Elefante, Dolina, Galería y Fantasma, son conductos kársticos colmatados, hasta el techo, de sedimentos. Por ese motivo, a muchas personas no les resulta fácil hacerse a la idea de que lo que están viendo, en realidad, se trata de cavidades.
Hace años que se intentó paliar, creemos que sin éxito, ese componente subterráneo con la musealización de la Cantera del Compresor, en cuyos frentes se habían seccionado diferentes galerías de lo que se conoce como Cueva del Compresor, aunque quedaba al margen de las visitas por su estrechez y peligrosidad. La tremenda humedad del 100% y la infiltración arruinaban constantemente los componentes electrónicos y audiovisuales en que se basaba la musealización y estaba claro que aquello era un cantera y no una cueva.
Dado que Cueva Mayor albergaba varios de los yacimientos más singulares objeto de excavación e investigación: la Sima de los Huesos, la Galería de las Estatuas, el Portalón y la Galería del Sílex, aparte de otros muchos que permanecían sin estudiar, era lógico que no podía ser un lugar visitable por el gran público, puesto que además su acceso hubiera implicado unas grandes infraestructuras que atentarían contra la propia conservación de la cavidad.
Algo parecido ocurría con la Cueva del Silo, con galerías difícilmente visitables y que aún conservan, aunque muy deteriorados, numerosos paneles de grabados rupestres, en gran parte aún sin estudiar.
Por ello, parecía claro que la alternativa era Cueva Peluda, antiguamente conocida como Cueva de la Vía, dado que apareció al comienzo de la Trinchera, nada más comenzarse las obras del ferrocarril minero. Durante la primera mitad del siglo XX fue muy visitada por los vecinos de la zona y algunos procedentes de la capital, llegándose incluso a realizar visitas por los escolares del pueblo de Atapuerca con su maestro, desgraciadamente represaliado durante la Guerra Civil. Como suele ocurrir, no todos los visitantes fueron respetuosos con la cavidad y algunos fueron garabateando sus nombres y fechas de visita, así como haciendo diversos destrozos en la belleza natural de la cavidad. La fratricida contienda y el abandono definitivo del ferrocarril contribuyeron a que su entrada original se obstruyera y fuera quedando en el olvido. No obstante, todavía en enero de 1973, el ayuntamiento de Atapuerca designaba con el nombre de Cueva de la Vía a una de las cavidades de la Trinchera que habría que intentar proteger de la prevista expropiación de la Sierra de Atapuerca para su uso exclusivamente militar. Así viene referido en un documento que se adjuntó a las alegaciones presentadas por la Excma. Diputación Provincial de Burgos, a propuesta del Grupo Espeleológico Edelweiss.
Pero mientras su entrada original había caído en el olvido, muy cerca se había excavado un pequeño recinto artificial, para habilitarlo como polvorín en el que guardar el material explosivo que era necesario utilizar en las canteras que desde mediados del siglo XX se comenzaron a explotar en la Trinchera, tras el abandono del ferrocarril. Como tantas veces ocurrió en la zona, esa pequeña excavación artificial finalizó al alcanzar un relleno pleistoceno procedente de otra antigua entrada. Ese mismo año de 1973, los espeleólogos advirtieron la existencia de una corriente de aire que salía entre los sedimentos y tras desobstruir ligeramente en el cono de sedimentos, lograron acceder por otro lugar diferente a la misma cavidad. Era indudable que se trataba de Cueva la Vía, pues allí estaban los grafitis dejados por sus primeros visitantes unas décadas antes. Los espeleólogos localizaron algunos yacimientos arqueológicos, disfrutaron de la belleza de sus espeleotemas (estalactitas, estalagmitas y columnas) y de la multitud de raíces que tapizaban su techo, tras adentrarse por innumerables fisuras en el interior de la cavidad en busca de su humedad. Esas raíces fueron las que motivaron que se empezara a conocer a Cueva la Vía como Cueva Peluda.
Cueva Peluda no presenta las dificultades de acceso de Cueva Mayor y Cueva del Silo pues, salvo el hecho de que hay que entrar agachados en la misma entrada (ahora algo más agrandada que cuando se descubrió), se puede caminar cómodamente por su interior, se puede disfrutar de su belleza natural, se pueden observar los rellenos procedentes de otras antiguas entradas, algunos pleistocenos y otros holocenos, la mayoría con restos arqueológicos o paleontológicos. También se pueden observar los destrozos que ocasionan los grafitis en la cueva. El final del recorrido finaliza en el cono de derrubios de otra entrada, aquella por la que salían las aguas subterráneas al exterior, al Valle de Valhondo, cuando se estaba formando la cavidad. Es el único de los rellenos que cuenta con una ligera excavación arqueológica llevada a cabo por Trino Torres en 1976. En resumen, son muchos los aspectos de interés que los guías de la Fundación Atapuerca podrán transmitir a los visitantes que se decanten por esta nueva opción. En su formación específica ha participado nuestra compañera Ana Isabel Ortega.
Por otra parte, este año se ampliará la red de senderos arqueobotánicos que se está diseñando alrededor de la Trinchera. Son fruto de un convenio de colaboración entre la Fundación Atapuerca, la Fundación Caja de Burgos y la Fundación “la Caixa”. Bajo la dirección de Eudald Carbonell, el director del Aula de Medio Ambiente Caja de Burgos, Miguel Ángel Pinto, continúa ampliando las opciones de sencillos paseos por la Sierra de Atapuerca que conjugan las vistas sobre los principales yacimientos, con carteles explicativos sobre los mismos e informaciones sobre las especies botánicas que se pueden contemplar. Este año se cerrará el diseño circular del inaugurado el pasado año y se construirá una pasarela elevada sobre la Trinchera que permitirá acceder a su borde oriental, accediendo a una pequeña cantera que también será adecuada para su visita. Este proyecto también ha contado con la colaboración de miembros del Grupo Espeleológico Edelweiss.
Artículo DB 2 de junio de 2017. Portada
Artículo ECB 3 de junio de 2017. Portada
Otros enlaces de interés: