El pasado 21 de junio de 2016 se inauguró en el Museo de la Evolución Humana (MEH) de Burgos, la exposición Arte y Naturaleza en la Prehistoria. La colección de calcos de arte rupestre del MNCN que anteriormente pudo contemplarse en el propio Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid y que en el MEH estará expuesta hasta el mes de enero de 2017. La comisaria es Begoña Sánchez Chillón, una de las pioneras que formó parte en las primeras campañas de excavación de Atapuerca con el profesor Emiliano Aguirre.
Se trata de una muestra del ingente trabajo realizado entre 1912 y 1936 por la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas, que pretendía documentar todo el arte rupestre español. No sólo por su importancia, que apenas se acababa de reconocer desde la primera década del siglo XX, sino también por el convencimiento de que su propia singularidad y fragilidad lo hacían muy difícil de ser observado y conservado. La Comisión fue creada a propuesta de Eduardo Hernández-Pacheco, con el apoyo de ilustres científicos y arqueólogos como Santiago Ramón y Cajal, el Marqués de Cerralbo, el Conde de la Vega del Sella o Ignacio Bolívar, por entonces director del MNCN. El Director de Trabajos y de Publicaciones fue el propio Eduardo Hernández-Pacheco, mientras que la dirección técnica recayó sobre Juan Cabré Aguiló, fotógrafo y dibujante, incorporándose también a dichas funciones Francisco Benítez Mellado, a partir de 1915.
Una de las múltiples publicaciones de Hernández-Pacheco y Cabré fue la obra Los grabados de la Cueva de Penches, un gran trabajo dedicado a los grabados paleolíticos descubiertos unos años antes por los frailes de Oña que vio la luz en 1917. En la exposición se incluyen los calcos de alguna de las magníficas figuras paleolíticas de la cavidad, pero también de la “supuesta” cabra grabada y pintada que nunca más volvió a aparecer (se decía que destruida por grafitis posteriores), aunque en realidad, en el lugar exacto de su ubicación, sólo existen una serie de fisuras completamente naturales, no debidas a la mano del hombre, de la misma manera que tampoco tienen origen antrópico las “pigmentaciones” que les hicieron interpretar erróneamente el conjunto como un elemento paleolítico. No obstante, no debemos olvidar que se trata de una obra pionera y que hasta cierto punto es normal que confusiones así pudieran ocurrir, como suele suceder en todo trabajo pionero.
En la exposición también se alude al arte rupestre de Cueva Mayor, o Cueva de Atapuerca, dado que Juan Cabré también realizó unas magníficas fotografías de la cabeza de caballo del Portalón de entrada, que por entonces también consideraban paleolítica, aunque también se demostró hace años su falsedad. Había sido dada a conocer previamente, en 1910, por Jesús Carballo y refrendada posteriormente por prehistoriadores de la talla de Henri Breuil y Hugo Obermaier, no por Alcalde del Río como se indica erróneamente, basándose en una supuesta carta citada por Breuil, pero que el propio Alcalde del Río jamás confirmó ni publicó. También ellos se ocuparon de describir, del interior de Cueva Mayor otras pinturas y grabados prehistóricos, ya postpaleolíticos, de los que ya se hablaba en la documentación enviada entre 1863 y 1868 por la Comisión Provincial de Monumentos de Burgos a la Real Academia de la Historia, describiéndolos como caracteres muy primitivos o jeroglificos, en lo que puede considerarse como la primera referencia escrita que conocemos respecto a la presencia de arte rupestre en la provincia de Burgos.