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Castro Valnera. En defensa del Paisaje
Vivimos tiempos de sensibilidad ambiental, de respeto y protección por los valores naturales de nuestro entorno. Al menos eso es lo que se nos dice desde los estamentos encargados de velar por ello, y hace algunos años que a nivel institucional o educacional se ha creado un estado de opinión favorable. Parques naturales, rutas ecológicas y centros de interpretación están de moda. Pero nos preguntamos si todo esto responde a un verdadero cambio sociocultural o es algo meramente cosmético, inserto en la marea de lo políticamente correcto.
Lamentablemente, se dan hechos que nos acercan a esto último. La desprotección del paisaje es uno de ellos, porque no se acaba de concebir como un valor en sí mismo. Urge desarrollar legalmente el concepto de cuenca visual protegida. Ahí están, por ejemplo, los parques eólicos que han asolado el horizonte en determinados sectores de la Cordillera Cantábrica y las Montañas de Burgos. Valiosos paisajes echados a perder en aras de un dudoso progreso. Y no solo hablamos de una mera percepción estética. Siguiendo el pensamiento del maestro Eduardo Martínez de Pisón, el paisaje forja la identidad, y con su pérdida también muere algo en nuestro interior.
Hace meses que saltó la noticia. Un proyecto descabellado prevé la construcción de un teleférico desde el mismo corazón del Pas hasta la zona de la cumbre del Castro Valnera, que será ocupada por infraestructuras y servicios de hostelería capaces de admitir un flujo de 450 turistas por hora. La majestuosa cara oeste, que cae 1400 m sobre el cántabro valle del Pas, se verá surcada por las columnas y una estación intermedia de la línea.
Esta montaña (1718 m) es uno de los hitos principales de la Cordillera Cantábrica. Ni siquiera haría falta recurrir a la normativa europea medioambiental (el espacio entra de lleno en la Red Natura 2000, es zona LIC, se han catalogado recientemente 17 endemismos botánicos objeto de protección, etc.). Tampoco sería necesario recordar a los que han alumbrado semejante idea que gran parte del año la cima del Valnera permanece envuelta en nieblas o batida por fuertes vientos. Antes que todos estos argumentos hay una cuestión previa: el paisaje mismo. Porque el relieve de esta montaña es sobresaliente, con los bancos de areniscas rematados en altura por un karst alpino extraordinario. Este privilegiado espacio, tan querido por los montañeros vascos, cántabros y burgaleses, será frontalmente atacado. Asusta pensar que alguien quiera imponer su criterio empresarial a costa de todos estos valores, vendiéndolo como un falso progreso, como un bálsamo milagroso contra la crisis.
Afortunadamente, ha habido respuesta por parte de movimientos ecologistas, pero el desconocimiento que, por lo general, se tiene de esta comarca juega en contra de su protección, y hace necesario que los montañeros, los que más la apreciamos, ganemos la batalla mediática. Evitemos entre todos un daño que será irreversible. Aún estamos a tiempo. Hace casi veinte años que, desde estas páginas de Pyrenaica, tuvimos que entonar un Réquiem por Las Motas cuando la segunda cumbre de la zona, el Picón del Fraile, cedió su espacio natural a instalaciones militares. Esperemos no perder ahora el Castro Valnera. Sería para siempre.
Josu Granja
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