Félix Rojo

Félix Rojo junto con José Luís Uribarri, Ángel Ortega y Florencio Ramírez fueron los miembros fundadores de nuestro Grupo en 1951

Hoy 5 de marzo de 2008 nuestro amigo ha fallecido. Con él se rompe ese contacto lleno de nostalgia que manteníamos con uno de los últimos miembros fundadores. En estos momentos queremos recordarle a través del artículo-entrevista que realizó Pedro Plana titulado "Tres personajes notables" y mediante una breve recopilación fotográfica de aquellos años

Félix aparece en nuestros archivos como uno de las tres personas más relevantes en los orígenes del G.E. Edelweiss, manteniendo una intensa actividad hasta 1966 donde empieza a desvincularse progresivamente de la actividad del Grupo, aunque seguiría manteniendo un trato cordial y entrañable hasta nuestros días. Participa activamente en todos los actos conmemorativos y celebraciones, nos aporta sus vivencias contándonos sus viejas historias y colaborando con su archivo fotográfico personal especialmente para nuestra publicación Cubía Nº3, el número que editamos en 2001.

Con Félix desaparece un eslabón fundamental que nos unía a nuestros orígenes y que forma parte de nuestros referentes como Grupo.

Amigo Félix, nuestro homenaje más sincero.
Un fuerte abrazo
Descansa en paz

fundadores.jpgOtra mirada atrás
Por Pedro Plana Panyart

Félix Rojo Lucio fué el primer amigo que tuvo en Burgos mi hermano Gregori, junto con Ricardo Castrillo, que poco después se metería a fraile sin haber pasado por las cuevas. En 1947 mi familia había llegado a Burgos desde Barcelona, recalando en el pre-Pirineo de Lleida, donde yo nací. Ya antes de que se fundara el Grupo Edelweiss, Félix y Gregori exploraron juntos las cuevas urbanas de Burgos (esguevas entre los puentes de San Pablo y Santa María y las Cuevas del Castillo) que a todas las generaciones de espeleólogos nos han servido de escuela. Mi hermano proporcionaba los paupérrimos materiales que servían para iluminar aquellos antros (mecha retorcida con hilos del desperdicio de tejer y aceite mineral de la fábrica) y Félix organizaba y dirigía las exploraciones. De más tarde, Gregori recuerda una fría y entumecedora espera en la orilla de un lago de la Cueva de Neila, manteniendo el cabo de recuperación, mientras Félix avanzaba sobre el bote neumático y exploraba la otra orilla, constituyendo el equipo “de punta”. Félix tenía dotes de director técnico. ¿Pero, quién fundó el Grupo? Félix nunca me lo dijo claramente: –Fue una idea de todos-. A Félix siempre se le dio mejor que a nadie del incipiente Edelweiss, la preparación de las operaciones. De hecho, aunque se designó a Uríbarri como presidente porque tenía “buen pico” y más tiempo que los demás, bajo tierra era Félix el que llevaba la batuta. Félix fue el primer espeleólogo del que yo tuve noticia, y de los relatos que escuchaba a mi hermano (diez años mayor que yo) sobre sus andanzas con él, me vino a mí la afición, retenida en fantasías de descubrimientos cuando niño y aflorada con voracidad cuando tuve edad para ello. Después, el casamiento, le cortó a mi hermano la continuidad, pero Félix vivió aún muchas de las mejores exploraciones del Grupo en los años cincuenta y sesenta. Volví con él a la Cueva del Agua, de Quincoces, el diez de agosto de 1965. Allí me relató las exploraciones que ellos habían llevado a cabo en el 55.

Cuando le di la noticia de su muerte, Gregori lo sintió de veras. -Llevábamos quizá diez años sin vernos, pero tengo su teléfono y quisiera haber hablado con él uno de estos días. Da la coincidencia de que esta mañana he pensado en hacerlo. De mayores tuvimos poca relación, pero de jóvenes fuimos muy amigos. Me ha afectado mucho-.

El Edelweiss es, en definitiva, un hijo intelectual de Félix, y nosotros, arrimados a su familia fisiológica y afectiva, somos también parte del duelo. El Viejo Edelweiss de los años del descubrimiento del Burgos calcáreo, diezmado ya, mezcla sus pobres restos con los cansados supervivientes de la Generación Mágica de los ochenta, y empezamos a ser todo uno, una sola reliquia. Hoy están más próximas entre sí todas las barbas, porque ninguna queda ya negra del todo. Quizá sea este el último momento, antes que todos los veteranos perdamos la definitiva raíz del pelo que sujeta la memoria e impide que se quemen los papeles, para hablar de la historia común. Esa historia que empezó, estoy seguro, con Félix Rojo.

Pedro Plana

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