Cueva de Basconcillos del Tozo
Uno de los complejos de cavidades más singulares de la provincia de Burgos se localiza entre los pueblos de Basconcillos del Tozo y Barrio-Panizares, con acceso por la carretera de Burgos a Aguilar de Campoó que, en su mayor parte, recorre un amplio valle por el que discurren ríos de vertiente atlántica: hacia el SE el río Úrbel, tributario del Arlanzón, y hacia el NO el río Lucio, tributario del Pisuerga.
No obstante, en el tramo central del valle, en torno al propio pueblo de Basconcillos del Tozo, una depresión cerrada “captura” a los arroyos de Mundilla y Hurón hacia un gran sumidero conocido como Cueva del Agua, Cueva de los Moros ó Cueva de Basconcillos. De esta forma se produce una captura de cuenca hidrográfica pues cuando resurgen las aguas, en Barrio-Panizares, originan el nacimiento del río Rudrón, afluente del Ebro y por tanto de vertiente mediterránea.
Por el exterior, entre el sumidero y la resurgencia, puede realizarse un cómodo e instructivo paseo que permite contemplar tres grandes hundimientos, denominados dolinas, que afectan al interior de la cavidad. En el extremo oriental de la última de ellas, la Hoya de los Caracoles, un bello puente natural, el Puente del Diablo, desde el que se divisa la cabecera del Cañón del Rudrón, nos recuerda que, en tiempos remotos, el río circulaba a una cota mucho más alta que la actual.
La existencia de las cuevas, dolinas y del puente natural, motivaron una serie de leyendas populares, recogidas por Pascual Madoz en su magna obra de mediados del siglo XIX, que relacionaban las dolinas con una gigantesca huella humana y con las pisadas de su caballo, siendo conocida la zona como “La Patada del Cid”, al serles atribuidas las pisadas a él y a su fiel Babieca. El héroe burgalés acudió al lugar para acabar con una gigantesca serpiente (dragón según otras versiones) que había devorado a siete niños y que se refugiaba en la caverna, pasando por debajo del puente natural en su camino hacía el río. Según Madoz, durante la Guerra de la Independencia, tanto los franceses como los ingleses se interesaron por el fenómeno, llegando a enviar incluso algún comisionado al lugar.
El eminente geólogo, D. Clemente Sáenz García, ya se refirió en 1933 a la importancia y singularidad del fenómeno y hacia 1954, con miembros del G.U.M. de Madrid, exploraron la cavidad enlazando el sumidero con la Hoya de los Caracoles. En 1955 el G. E. Edelweiss descubrió la continuación del eje inferior de la cavidad. En 1985 el G. E. Ribereño completó la topografía y realizó un buen estudio geomorfológico e hidrológico de la zona.
El acceso por la Cueva del Agua es cómodo pero debe tenerse mucha precaución (especialmente para personas sin experiencia y sin equipamiento adecuado) pues se trata de un sumidero activo que puede provocar la subida del nivel de las aguas, en el interior de la cueva, hasta varios metros por encima del nivel habitual. Una serie de estrechamientos imposibilitan continuar por el curso del río hasta la resurgencia invernal, en forma de bella cascada, conocida como Cueva de los Moros, ya en Barrio-Panizares, localizada a media altura entre el Puente del Diablo y las resurgencias permanentes que se localizan junto al molino del pueblo.