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Categoría de nivel principal o raíz: Karst de Burgos
Categoría: Rutas espeleológicas
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La Cueva de Román

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 La ciudad romana de Clunia, localizada en la Ribera del Duero, en término de Peñalba de Castro, es uno de los lugares emblemáticos de la arqueología burgalesa. Su poblamiento original se debe a los arévacos, si bien para el siglo I era un municipio romano que pronto se convirtió en cabeza de un convento jurídico que abarcaba buena parte del NE de la Hispania romana.

El emperador Servio Sulpicio Galba le concedió el título de colonia Clunia Sulpicia, debido a que había establecido en ella su acuartelamiento tras rebelarse contra su predecesor, Nerón. Ello motivó su espectacular desarrollo como núcleo urbano, consolidándose como un importante centro administrativo y cruce de caminos que llegó a albergar cerca de 30.000 habitantes.


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Un poblamiento de estas características necesitaba un buen abastecimiento hídrico para resolver todas las necesidades de la urbe, algo que generalmente los romanos lograban mediante la construcción de acueductos, en ocasiones kilométricos, desde lugares favorables, aunque en el caso de Clunia nunca se localizaron restos de estas conducciones. Las dudas de los primeros historiadores y arqueólogos quedaron subsanadas cuando Vicente Hinojal, en 1913, penetró más de un centenar de metros en la Cueva de Román, cuyo acceso había aparecido años antes al excavar una antigua bodega el vecino de Peñalba de Castro, Román Juez Peñalba.

Tras aquella primera exploración, Vicente Hinojal indicó que “desde hoy se puede contestar categóricamente que la ciudad disponía de abundantísimo caudal de aguas... pues estamos encima de una gran laguna subterránea, quedando con esto explicado el objeto de los tragaluces”. A pesar de ello, Ignacio Calvo, quien excavó en Clunia en 1915, también exploró los primeros metros de la cavidad y la interpretó como el extremo final de un acueducto que canalizaría las aguas, procedentes de otro emplazamiento más elevado, por debajo de la ciudad romana.

     


Roman01.jpgEn 1931 y 1935, el arqueólogo Blas Taracena localizó en la entrada de la cavidad los restos de una compuerta de canal de salida de aguas y en 1967 el Grupo Espeleológico Edelweiss croquizaría la zona de acceso al colector.

En 1976, el equipo arqueológico dirigido por Pedro de Palol, reemprendió la exploración de los primeros tramos, confirmando su valor histórico y arqueológico. Bajo su tutela científica, el Grupo Espeleológico Ribereño, de Aranda de Duero, realizó la exploración y topografía sistemática, entre 1981 y 1986, de más de 2 km de galerías, localizando numerosos restos arqueológicos, destacando un santuario priápico, con diversas inscripciones romanas, así como símbolos y pequeñas esculturas, modeladas en arcilla, itifálicas.

Se trata de una cavidad natural, excavada en las calizas pontienses del páramo, surcada por un curso de agua permanente, embalsado de forma artificial, conectando los diferentes lagos subterráneos mediante canales. Numerosos pozos, actualmente colmatados, permitían la obtención directa del agua desde la ciudad romana, lo que implica una rigurosa topografía de la cavidad, ya en época romana.

Entre las inscripciones aparecen los nombres de diversos magistrados locales. Los símbolos fálicos parecen apuntar a rituales que propiciasen la fecundidad y la fertilidad, probablemente en relación con el dios griego de la fertilidad de la tierra Príapo, que también fue adorado en el mundo romano.

 

 

 

 


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Evidentemente, dada la importancia de la cavidad, su entrada se encuentra cerrada por la Junta de Castilla y León y la Diputación Provincial de Burgos, propietaria de la mayor parte de los terrenos en los que asienta la urbe romana. Si se dispone de un permiso especial puede visitarse su galería de acceso, en gran parte artificial, que conducen al sector permanentemente inundado de la cavidad, al que sólo pueden penetrar los componentes del equipo investigador, para garantizar la óptima conservación de las evidencias