Castro Valnera
El Castro Valnera, con sus 1.718 metros de altitud, constituye el punto culminante de la divisoria con Cantabria; está enclavado en la comarca pasiega, dentro del término de Espinosa de los Monteros. La zona, aparte del evidente interés etnográfico, representa un auténtico santuario botánico, con numerosos endemismos que sólo vuelven a localizarse, en ocasiones, a centenares de kilómetros de distancia, siendo testigos residuales de pasadas condiciones climáticas.
En torno a sus laderas se instaló un gran aparato glaciar durante el Pleistoceno, alimentado por unas intensas precipitaciones que provocaron que sus morrenas alcanzasen las cotas más bajas de toda la Península Ibérica. Aparte de las lenguas glaciares que drenaban el macizo por los actuales valles, en los fondos de sus numerosas depresiones, grandes acumulaciones de hielo y nieve motivaron una continua infiltración de las aguas por los mismos puntos, provocando unas espectaculares morfologías exokársticas, entre las que destacan algunos pozos gigantescos y grandes fallas abiertas que, a veces, pueden seguirse durante decenas de metros.
En la provincia de Burgos se conocen 15 pozos con verticales absolutas superiores a los 100 metros, muchos con diámetros decamétricos, concentrándose todos ellos en el mismo macizo, el de los Montes del Somo y Valnera, y 11 de ellos en la reducida superficie del Castro Valnera. En ocasiones, el colapso de sus bóvedas ha motivado que estos gigantescos pozos se abran directamente al exterior, siendo perfectamente observables en un paseo por la zona.
Completan el repertorio de abismos gigantescos del Castro Valnera la Torca de la Rana (V-3), con un pozo de entrada de 123 metros, seguido de otro de 70 m, la Torca del Corralón (V-38), con un espectacular pozo de entrada de 195 metros, la V-72, con dos consecutivos de 114 y de 101 metros, la V-23, con un pozo de 155 metros, la Torca del Mirador (V-58/V-111/V-114), con uno de 153 m, la V-41/V-110, con otro de 141 metros, la Torca del Raso de Rajas, con un pozo de 110 m, y la V-77, con otro de 106 metros de vertical absoluta.
Por supuesto que ninguno de estos enormes abismos está al alcance de ser bajado por personas que no posean material adecuado y una gran experiencia, pero no nos resistimos a recomendar el ascenso hasta el Castro Valnera, teniendo mucho cuidado con las frecuentes nieblas que reinan en su cima, para poder admirar alguno de estos abismos insondables, así como las grandes fracturas abiertas que salpican toda su superficie.
El paseo, que está marcado en la ortofoto que ilustra el texto, parte, poco antes de la estación de esquí de Lunada, del final de la pista del Valle del Bernacho, una enorme depresión cerrada de origen kárstico, y asciende por la vaguada sur del Castro Valnera hasta alcanzar un brezal en lo alto del valle, momento en el que asciende suavemente por su ladera, pasando junto a varias de sus grandes torcas y fallas abiertas, hasta alcanzar la cima. Si el día es despejado, en la lejanía, puede observarse el mar Cantábrico.