Ojo Guareña

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En la Merindad de Sotoscueva, se localiza el Complejo Kárstico de Ojo Guareña, la mayor cavidad conocida en España y una de las mayores del mundo, declarada Bien de Interés Cultural desde 1970 y Monumento Natural desde 1996, por lo que sus accesos encuentran regulados por la Junta de Castilla y León. Lo ideal es iniciar cualquier visita a la zona desde la Casa del Parque, en Quintanilla del Rebollar, como única forma de llegar a comprender la gran diversidad de fenómenos que conforman Ojo Guareña.

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En la Edad Media, sus entradas sirvieron de refugio esporádico en los momentos de crisis, aunque en una de ellas, probablemente tras un inicial foco eremítico, acabó construyéndose la ermita rupestre de San Tirso y de San Bernabé, donde hoy en día sigue celebrándose una singular romería, el sábado posterior al 11 de junio.

A medida que las cavidades fueron quedando en desuso, se forjó en torno a ellas una variada red de leyendas y creencias referentes a tesoros, brujas, seres mágicos, su gran extensión o el destino de sus aguas. Tras varios siglos de olvido, en mayo de 1956 el Grupo Espeleológico Edelweiss comenzó su exploración y estudio sistemático, organizando diversos campamentos nacionales e internacionales en los que colaboraron espeleólogos de numerosos lugares. Hoy en día, casi 50 años después, la red principal de Ojo Guareña, formada por el enlace de 14 entradas principales, ya posee 110 kilómetros topografiados.


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Desde la Casa del Parque de Quintanilla del Rebollar, lo mejor es dirigirse directamente, tras atravesar los pueblos de Quisicedo y Cueva, hacia el Circo de San Bernabé, o valle ciego del Guareña, lugar en el que se localiza el Ojo del Guareña, el sumidero del río que da nombre al Complejo. A más de 60 metros de altura se sitúan los antiguos sumideros del citado río, en los que actualmente se localiza la ermita de San Bernabé y la Sala del Ayuntamiento. Entre ambas entradas puede realizarse un pequeño recorrido guiado por la cavidad.

Si ascendemos hasta la cumbre podremos observar, en el páramo de Villamartín, una gran depresión en cuyo punto más bajo, la Sima de Dolencias, se precipita el arroyo de Villamartín, formando una bella cascada de 54 metros de desnivel. Muy cerca se abre la dolina de Cueva Palomera, el principal acceso al Complejo.
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En Cornejo, merece la pena recorrer el Cañón del Trema, plagado de sumideros por los que, poco a poco, acaba infiltrándose el río que mayor caudal aporta al acuífero de Ojo Guareña. Las aguas volverán a ver la luz en la margen derecha del Trema, ya en término de Hornillayuso, siendo las resurgencias de La Torcona y El Torcón las más importantes.

Desde Ojo Guareña, también merece la pena visitar las Canales de Dulla, las cascadas Salceda y de La Mea, los puentes naturales de Puentedey y del Ventanón y las lagunas de Gayangos, en el extremo oriental del mismo.

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Desde las laderas de los Montes del Somo, un sinfín de arroyos descienden impetuosamente hacia el Valle de Sotoscueva, agrupándose en pequeños ríos que se dirigen hacia el macizo calcáreo que les impide el paso. Hace centenares de miles de años que los ríos Guareña y Trema comenzaron a sumirse en su interior por diferentes bocas de entrada. Con el tiempo, los cursos de agua se fueron encajando, dejando un enorme laberinto de seis pisos de galerías entrelazadas, que se desarrolla entre los sumideros y las surgencias.

Diferentes especies biológicas fueron colonizando sus cavidades, adaptándose a la falta de luz y a las condiciones hostiles del medio subterráneo, evolucionando hacia formas de vida cada vez más diferenciadas y especializadas.

En sus bocas de entrada también encontraron refugio los primeros neandertales, así como, posteriormente, los cromañones. La Sala de las Pinturas muestra el arte de los últimos grupos de cazadores paleolíticos, mientras que los primeros agricultores y ganaderos del Neolítico y Edades de los Metales recorrieron varios kilómetros de galerías, dejándonos múltiples evidencias de su simbología en la Sala de la Fuente y Kaite, entre otras. Sus huellas de paso son frecuentes en varios puntos de Ojo Guareña, mientras que, ya en la Edad del Hierro, se extravió uno de aquellos pioneros en el laberinto que hoy conocemos como Vía Seca.
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